El dolor de la normalidad

La gente se empeña en estar contenta y yo hago por no hacerlo. No se pueden obviar los hechos y yo no quiero participar de la fiesta. Siempre fui distinta a todos y cuando algo me alegraba era la más feliz del lugar, sin embargo cuando estaba triste no sabía ni encontraba la manera de disimularlo. Extrema como la noche y el día, como el calor y el frío como esta alma ahora tan perdida y el sol que desde mi ventana no deja de brillar.

No entiendo por qué tengo que bailar el paso que todos me marcan y por qué me quieren hacer olvidar. Siempre tuve mucha memoria y ahora más que nunca me vienen todos esos recuerdos que son ya mi vida. Desde el primer encontronazo y beso, hasta las caricias y tardes llenas de pasión, tu sonrisa pícara y el sueño más dulce de dormir entre tus brazos. No necesito ninguna anestesia ni ningún engaño. Todo eso sé que pasó y yo lo viví como la princesa de un cuento, la protagonista de tus veladas y la mujer más completa del mundo.

Éramos libres y jóvenes, no se podía pedir nada más y sin embargo siempre encontrábamos la manera de ser un poco más felices. Cómplices y amantes, tiernos y pasionales, que hacían de cada abrazo un nuevo amanecer y de cada pelea un poco más de amistad. Un camino que emprendimos juntos y que no podía tener un final. Pero los deseos del destino fueron más fuertes que los nuestros.

Y es que yo era incapaz de despedirme, siempre tenías que colgar tú y con los años no logré controlar mi capacidad de emocionarme ante nuestros reencuentros y las tristes separaciones. Imposible de imaginar este vacío que ahora siento y esta despedida tan larga. Realmente eterna. Por eso no quiero hacer normal algo que no lo es. Porque no siento mi vida como la elegí, no está mi compañero y me falta aliento al caminar. Y si las noches son dolorosas recordando tu olor y tu tacto, me duelen más las mañanas cuando despierto y siento que me tengo que quedar en nuestro sueño. Las mañanas, el ruido, el silencio, la luz, tu tostada y de nuevo tu ruido. Todo eso necesito en mi vida y ya lo he perdido.

¿Por qué no me dejan en mi anormalidad? Yo no quiero ni busco seguir el paso del resto y creo que necesitaré una nueva vida si quiero no sentir dolor, porque eso es lo que realmente me ha quedado. Tu nombre me causa dolor, tu risa, tus ojos y tu boca. Las pinto en mi mente y me imagino un segundo más a tu lado, teniendo esa mirada conmigo y ese beso y no puedo ni quiero normalidad. Necesito estar más en otro mundo paralelo donde la imaginación me guía hasta ti y en donde no existen separaciones ni tristezas. Tal vez es el mundo que creamos y que nos obligaron a abandonar pero es que no tuve tiempo de despedirme y no habría sabido hacerlo. Nunca fui buena para eso.

Por eso no quiero olvidar nada y eso implica quedarme también con dolor. Y me insisten en que avance, que la vida sigue y veo como el mundo no se detiene, mientras yo he echado el ancla. No es por cobardía es por un terrible miedo de que la normalidad haga normal algo que no lo era. Miedo a que la normalidad diluya recuerdos y miedo a perder tus besos que sigo sintiendo. Y es que no hay dolor más insoportable que ver normal un mundo en el que ya no estás.

 

5 Comentarios

    1. El dolor y la pérdida es un sentimiento para el que las palabras se quedan cortas. Si hemos llegado a rozar aunque sólo sea esa sensación, nos damos por satisfechas.

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